Historia
Baylon: la Nº 4 del mundo
Fue la tenista argentina que comenzó a variar la longitud de los envíos, aplicando tácticas inteligentemente planeadas de acuerdo a cada rival y a jugar con notable movilidad en la base. Pero además, contó con un accesorio extra y vital para sus éxitos: avanzó siempre hacia la mitad de cancha con solvencia absoluta, donde la volea representó su arma letal, que terminaba la mayoría de las veces en tantos arriesgados pero ganadores. Si a ello se añade su excelente servicio y un smash contundente, bien dirigido y con amplio dominio espacial, tal vez se alisten los atributos básicos para señalarla, junto a Mary Terán de Weiss, en el tope dentro del cuadro de la valoración en los 100 primeros años del tenis argentino, cada una en su momento de máximo nivel.
Norma Margarita Baylon nació el 9 de noviembre de 1942 en el Hospital Alemán de Buenos Aires y tuvo sus primeros contactos con el tenis desde muy pequeña, como ella lo recordó: “Cuando era muy chica, a los tres años aproximadamente, mis padres me regalaron una paletita y una pelotita de ping pong. Me pasaba horas pegándole a un ropero y mi mamá estaba loca con ese molesto repiquetear… Después me llevaron al Buenos Aires Lawn Tennis Club y, entre mis seis y siete años, me regalaron una raqueta, creo que era de la marca Sarina, y gran parte de mi tiempo transcurría en el frontón. No iba ni a almorzar; me quedaba hasta ocho horas seguidas allí. A los nueve, después de un doble de los mayores, le pedí a mi papá, Olindo, de pelotear. El estaba cansado y no con mucho agrado accedió. Vio que más o menos le pegaba y le dijo a Dorothea, mi madre: mañana le ponemos un profesor. Así fue como entró a mi vida el chileno Manuel Moya Gálvez, que le faltaba un brazo. Era diestro y tuvo un accidente, lo atropelló un tranvía, y aprendió a jugar con el izquierdo. Más adelante entrené con Rubén Cerdá y luego con su hermano Jorge. Pero siempre jugaba con hombres. Realmente me esforzaba muchísimo, a tal punto que a los 12 años tuve una arritmia porque me había pasado de vueltas y el cardiólogo me prohibió jugar durante casi un año, lapso en que sólo me entretenía con el ping pong y conseguí buenos resultados en torneos oficiales. Eso sí, lo hice con la izquierda, así no desacostumbraba al brazo que utilizaba para el tenis…”, aseguró.
Sus progresos fueron notables. En 1955, jugando para el Belgrano Athletic (allí la anotaron sus padres cuando la Municipalidad se posesionó de los terrenos del BALTC), jugó apenas un torneo local y su carnet de la AAT era 64, el número con el que se comenzaba a ser federado y a que había que “bajar” para ascender. Lo logró al año siguiente, siendo la mejor en Menores y con carnet 50. En el ’57 regresó al Buenos Aires y continuó su evolución (carnet 42); en el ’58 lo bajó a 32 siendo la mejor en Juveniles y séptima en el ranking de mayores; en el ’59 lució el número 20 y quedó cuarta en damas tras ganarle por primera vez a Nora Somoza, en las semifinales del Campeonato Aldao de Gimnasia y Esgrima de Buenos Aires (no pudo jugar la final contra Margarita Zavalía, quien no se presentó al fallecer su padre); en el ’60 la AAT le rubricó el carnet 12 cuando se ubicó segunda (volvió a ganarle a la mejor, Somoza, en las semifinales del Campeonato Argentino, aunque luego se fracturó la muñeca derecha y no pudo enfrentar a Zavalía en el último encuentro) y en el ’61, siendo tercera, terminó con carnet Nº 3, la temporada previa a tomar el liderazgo nacional.
Para mayor comprensión del grado de calidad que alcanzó quedan testimonios de las graduaciones mundiales elaboradas cuando Baylon tuvo sus mejores desempeños: fue la primera “top-five” argentina, ya que en 1966 figuró 5º según el ranking parcial confeccionado por periodistas estadounidenses, detrás de María Esther Bueno, Margaret Smith, Ann Haydon Jones y Billie Jean King y delante de Nancy Richey. Pero su mejor consideración llegó por el lado de los especialistas europeos, quienes estimaron que fue la Nº 4º del mundo en varios pasajes de esa temporada. El ranking final del ‘66, que se publicó en los diarios, realizado por el periodista británico Lancey Tingay, la ubicó 7º. Es interesante acotar que dos veces, en 1963 y 1964, al arribar a los octavos y a los cuartos de final en Wimbledon, respectivamente, Baylon se colocó, de manera automática, entre las mejores tenistas del mundo. En el primer caso, entre las ocho primeras; en el segundo, entre las dieciséis, porque quienes lograban avanzar a esas instancias del “campeonato mundial”, recibían tal reconocimiento.